EL QUE TIENE OJOS… QUE LEA…
LA ORACION NOS HACE AGUANTAR
Al estudiar ciertos pasajes de la Biblia, nos damos cuenta del esfuerzo necesario para alcanzar algunas bendiciones. El Señor Jesús bebió la copa de la ira de Dios que nos correspondía, y ese acto maravilloso alteró para siempre a los que creemos en Él. Él mismo nos dio a beber una copa de bendición, un convenio nuevo, glorioso. Un nuevo pacto. ¡Pero el costo para que nosotros alcanzáramos la bendición fue altísimo!
Le costó subir a Getsemaní, le pidió sus amigos que le acompañaran. Él sabía que iba a haber guerra, dolor, angustia. Por eso les pidió que hicieran algo por Él. Les dijo: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras. Podemos entender la necesidad de Jesús, la necesidad de que alguien intercediera por Él, que estuvieran cerca de Él en Su momento de prueba, de angustia.
Cuando después se acercó a ellos, los encontró durmiendo. Estas palabras son increíblemente tristes. Había llevado a los más fuertes, impetuosos, audaces. Sintió la necesidad de tenerlos cerca, guardando Su oración. Pedro, los hijos de Zebedeo, los “hijos del trueno”.
A veces nos dejan solos. No hay quien ore por nosotros, quien se ponga en la brecha. Los ojos de quienes nos deben levantar están cargados de sueño. ¿Te das cuenta lo importante que es la intercesión? ¿Te das cuenta qué necesario es que oremos los unos por los otros?
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